En 2019, frente al genocidio en Myanmar, decidimos enfocar nuestra ayuda en la etnia Rohingya, en Cox’s Bazar, donde se desplazaron más de un millón de refugiados. Iniciamos un proyecto junto con nuestra contraparte local, Friendship, que debido a la pandemia tuvo que ser suspendido y, desde entonces, está en standby.
Allí nos dimos cuenta de que las niñas no tenían acceso a la educación a partir de los 12 años, porque su futuro estaba destinado a ser madres o cuidadoras, y eran casadas a una edad muy temprana. Fue en ese mismo campo donde decidimos no llevar más muñecos bebé como hasta entonces, sino muñecas vestidas de profesiones para que pudieran ver que podían aspirar a ser más en la vida.